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Presentación

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Casabermeja años 60

Casabermeja mira al norte: un corredor de verdes, dorados, cenizas y marrones que se alternan y suceden a lo largo del año. En el horizonte los grises impasibles del Torcal, la Sierra de las Cabras, Sierra del Co, y las Sierras de los Camarolos, cierran el círculo. Desde estas últimas bajan los cauces del Arroyo Coche y el Guadalmedina “río de la ciudad”.
Da la impresión de que estos nostálgicos surcos de un mar interior en la noche de los tiempos, fueran a abrazarse justo en el lugar en que yergue blanco y bermejo el pueblo. Sin embargo, tras besarle los pies, como en una reverencia, exiliados se alejan, contando sus historias, que son la historia lejana reciente de este lugar.

Cuentan cómo desde hace miles de años en torno a los márgenes hombres y mujeres viven, laboran y se expresan a través del arte primigenio. Vestigios de este quehacer son entre otros, el conjunto pictórico rupestre de Peñas de Cabrera, el sepulcro megalítico del Hospital, Dólmenes de Chapera, Alfar Romano del Alcaide y las obras hidrográficas romanas de la Fuente de las Parras y la Casa de Arias.

Historias más frecuentes nos hablan de un fuerte castillo rojo (Qasar Bermeixo) que vuelto a la piedra y el barro, anónimos y eternos, dio nombre a este pueblo: Casabermeja. De esta época, erguida cual centinela, se conserva la Torre Zambra (s. XIII).

Que Casabermeja fue sitio de población en tiempos de moros queda señalado en la orden fundacional de la villa confirmada por Doña Juana y posteriormente por el emperador Carlos I en 1550. Dice la carta fundacional que “en el lugar más convenible que en dicho Campo de Cámara oviese, se hiciese e poblase especialmente donde dicen Casabermeja porque alli diz avia avido lugar e población en tiempo de moros”.

La formación de la villa se produce en torno a la iglesia de Nuestra Señora del Socorro, construida inmediatamente después de la reconquista.